sábado, 9 de noviembre de 2013

HALLOWEANDO EN HALLOWEEN HALL CITY



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                 LADY GAGA PIERDE POTENCIA
Lady Gaga pierde potencia
Lady Gaga, durante una actuación. / Neilson Barnard (Afp)
El gran activo de Lady Gaga es, a la vez, su mayor hándicap. La cantante neoyorquina se erigió en faro de todos aquellos que se sentían al margen de la sociedad desde antes de que viera la luz 'The Fame', el álbum que le permitió colocarse los laureles que en otro tiempo adornasen la cabeza de Madonna. El público andaba ávido de una nueva diva y Stefani Germanotta irrumpía como un auténtico vendaval, dispuesta a dar carnaza. Como suele ocurrir en estos casos, no cabe atribuirle a ella todo el mérito. Su discográfica, Interscope, avistó un filón y puso todos sus recursos al servicio de su explotación. Para cuando los acordes de los temas que integraban su debut comenzaron a resonar en las radios, en las pistas de baile y, sobre todo, en internet, era 'vox populi' que se avecinaba una nueva 'celebrity'.
Desde entonces, su leyenda se ha extendido por los cuatro puntos cardinales del planeta. Cientos de miles de seguidores en Twitter y Facebook, millones de visionados de sus videoclips en YouTube, decenas de portadas de revistas, parabienes de la industria y premios por doquier atestiguan que nos encontramos ante uno de los grandes iconos musicales -posiblemente el mayor- de lo que llevamos de siglo XXI.
Pero, cinco años después, ha llegado el momento de valorar su pura contribución artística, despojándola de oropeles. Y no cabe sino concluir que los deslumbrantes fuegos artificiales de entonces se han ido apagando, consumidos por el ansia desaforada de la artista por explorar nuevos horizontes, perdiendo a veces de vista la necesidad de darle mayor consistencia a sus canciones. O tal vez las demandas de permanente reinvención hayan impedido que se consoliden unos parámetros musicales que parecían mucho más prometedores en su ópera prima que los que han marcado el devenir posterior. Sea como fuere, Lady Gaga sigue perdiendo fuelle, por más que no haya escatimado esfuerzos a la hora de pergeñar su nuevo trabajo.
'ARTPOP' llega el lunes a las tiendas con el mismo pretendido objetivo que el disco anterior de la Germanotta: revolucionar la industria. Mas lo que no consiguió entonces es difícilmente concebible que lo logre ahora. Y es que la artista no ha ajustado suficientemente bien el tiro. Ni rastro de esas figuras del Renacimiento con las que parece aspirar a medirse en su afán integrador. A Lady Gaga su osada propuesta se le va de las manos, por mucho que regale algunos cortes más que notables que no salvan, sin embargo, el conjunto. Demasiadas pelotas girando para esta mujer que no acaba de dominar el fino oficio del malabarismo.
Séquito
Un total de quince canciones conforman el tercer álbum de estudio de Lady Gaga, aunque más que como un disco, ella lo ha definido, en otra de sus declaraciones grandilocuentes, como "un sistema de ingeniería musical y visual que combina música, arte, moda y tecnología". Su gestación data del lanzamiento de 'Born this way', su marrado coqueteo con ritmos más rockeros. Su título lo sugirió DJ White Shadow, quien ha acompañado a la artista durante el laborioso proceso de maduración de la obra. Un periodo que se vio afectado, que no interrumpido, por la intervención a que hubo de someterse tras sufrir una fractura de cadera y que le obligó a cancelar, eso sí, los conciertos que tenía previstos esos meses dentro de la gira 'The Born This Way Ball'.
DJ White Shadow explicó en su día que las ideas no paraban de bullir en la cabeza de la diva. Para plasmarlas, Lady Gaga se rodeó de un poderoso séquito. Jeff Koons se encargó de la portada, en la que la estrella aparece desnuda cual Venus de Botticelli. Otro referente del arte contemporáneo, la serbia Marina Abramovic, puso su experiencia al servicio de la estrella en una 'performance' que mostraba nuevamente el cuerpo al natural de la Germanotta y que revolucionó las redes sociales. Y tampoco faltan reputados aliados en la parte puramente musical. DJ White Shadow, Zedd, Madeon, Rick Rubin o will i. am, de los Black Eyed Peas, adornan con su trabajo 'ARTPOP'.
Flirteos fallidos
Pero por muy buenos que sean los músicos, el recital no puede deslumbrar si falla la directora de orquesta. Y eso es lo que sucede con el tercer disco de Lady Gaga. La primera traca, 'Aura', cumple con las exigencias de quienes se postraron ante el alarde de maestría electrónica que ejecutaba la neoyorquina en 'The Fame'. Un rompepistas que sin llegar a las cotas de 'Poker Face', abre el apetito, por mucho que le sobre la introducción. Su inclusión en la banda sonora de 'Machete Kills', la nueva cinta de Robert Rodriguez, contribuirá aún más a extender su recorrido comercial. La cosa mejora en cuanto suenan los acordes de 'Venus', una canción situada muy en la línea de 'Bad Romance', con un estribillo de lo más pegadizo, que inicialmente iba a ser el segundo sencillo y que acabó siendo el tercero. Un error, pues es superior al que le robó dicho honor, 'Do what u want'. La decisión únicamente se explica por la presencia en este último corte de R. Kelly, quien la interna en los secretos del R&B con suficiencia. Y con 'G.U.Y.' vuelve a guiñarle el ojo a esos fans maravillados por 'The Fame' y decepcionados con el resultado de 'Born this way'. Los ecos de 'Alejandro' son patentes en esta canción impecablemente facturada por Zedd.
Todo bien hasta ahí. Pero la cosa cambia con 'Sexxx dreams'. Lady Gaga parece querer aproximarse a la Madonna más sensual. Nunca la voz de la Germanotta había sonado tan parecida a la de la Ciccone. Pero su poder erotizante no resiste la comparación con los susurros de la 'ambición rubia' en su 'Bedtime story'. Y aún más decepcionante es su flirteo con el hip hop en 'Jewels N’drugs'. La cantante está completamente perdida en este campo, por mucho que la lleven de la mano T.I., Too $hort y Twista. Un borrón imperdonable para quien se considera capaz de desafiar cualquier barrera y cuyo manchurrón no hace sino extender 'ARTPOP', el corte que da título al disco. Es ahí, más que nunca, donde queda patente la incapacidad de Lady Gaga para embridar su apuesta experimental. Resulta imposible barruntar lo que se proponía con la letra y los arreglos, pero fuera cual fuera su intención, suspende el examen. Arruina, por si fuera poco, las buenas sensaciones que deja 'Manicure' y las pasables de 'Do what u want', los dos temas que lo anteceden.
A partir de ahí, el disco es una auténtica montaña rusa, con ascensos que quitan el hipo a quienes gustan de la Lady Gaga más electrónica, como 'Swine' o 'Mary Jane Holland', algún tema deudor de su 'Born this way' como 'Gypsy', con un ritmo enfebrecido y cierto toque ochentero, y vertiginosas caídas que arruinan lo que podría haber sido una buena cena como 'Donatella' o 'Applause', curiosamente el primer single del álbum cuando es uno de los que menos sustancia tiene.
A Lady Gaga únicamente cabe medirla en función de la excelencia. Así lo ha querido ella, tan ambiciosa como grandilocuente, tan genial a veces como mediocre otras. 'ARTPOP', como también sucedía con 'Born this way', ni siquiera se aproxima a las cotas de 'The Fame'. Puede que el debut fuese cegador pero la Germanotta debe abrir más gas en el futuro si no quiere que aquellas que andan a su rebufo acaben rebasándole y llevándose el gran premio
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